domingo, diciembre 30, 2012

A Favor del Trabajo Infantil. (Primera parte.)

La banda mexicana de rock, La Lupita, tiene una canción titulada "Hay que Pegarle a la Mujer", cuyo efecto al escuchar por primera vez el coro (o simplemente el título) es el de escandalizar e indignar a todos los "castos" oídos así como a las mentes "sanas" en medio de ellos. Sin embargo, bastan unos segundos de paciencia (y unos gramos de buen gusto musical) para salir del error de apreciación y descubrir que la propuesta en realidad es que a las mujeres "hay que pegarles con la fuerza del amor" y, muy importante, "hay que pegarles en el mero corazón". Pues bien, algo similar quizá pudiera ocurrir con este post.

En primer lugar y para ir aclarando las cosas, no se lea Trabajo Infantil y se entienda Explotación, Abuso o Maltrato Infantil, que es lo que comúnmente se hace. Cualquier dificultad para efectuar esta disociación de ideas es señal de entumecimiento semántico-cognitivo; es decir, que se discrimina, o definitivamente se anula, la pluralidad de significados de una palabra en favor de uno solo, rígidamente asociado a ella y considerado como El significado de la misma, lo cual conlleva una mórbida estrechez en la comprensión del entorno. [Aquí entre nos, el fanatismo es, entre otras miserias, una práctica sistemática y autorreforzada de este proceso, aplicado a un miembro específico o porción bien delimitada del entorno.]

En segundo lugar y aun si no se ha conseguido exorcizar del todo las connotaciones negativas, habría que reconocer que toda actividad escolar exigida a, y desempeñada por cualquier infante, no es otra cosa que trabajo infantil. Habría que reconocerlo, pero sé que para ello hará falta un nada inocente cambio semántico.

Normalmente, a la idea de trabajo se asocian las imágenes, no sólo de esfuerzo sino además, de obligatoriedad, dificultad, pesadumbre, sacrificio y hasta castigo. La célebre figura bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, en el contexto del castigo divino, simboliza de manera nítida esa desafortunada sensación de que el trabajo es un mal necesario. Quitarle lo de «mal» y conservar sólo el «necesario» implicaría un radical cambio cultural; si tan solo hubiera una app para ello.

Concediendo el cambio (aunque sea sólo semántico y no aún cultural), el énfasis en el concepto de trabajo recaería en lo necesario de éste. Un esfuerzo necesario que, como todo lo que es necesario, lo es para algo. De otro modo no tendría sentido. Y hay que admitirlo, ese algo para lo que es necesario esforzarse siempre va a estar allí, por ende siempre habrá trabajo que hacer. Para un niño, la escuela no es su "trabajo" (así, entrecomillado) sino que en verdad es su trabajo. Pero entonces, ¿cuál es su propósito?, es decir, ¿qué necesidad cubre la escuela?

En otro lugar ya se habló de las expectativas de la sociedad acerca del Sistema Educativo y cómo éste las incumple. Lo que aquí pretendo agregar es que incluso desde las mismas expectativas ya se percibe una evasión de la realidad. ¿En qué sentido la escuela comienza a preparar al niño para su futuro? Mi opinión es que básicamente lo mantiene ocupado, sin que necesariamente esto lo capacite para su inserción y desarrollo en la sociedad, ¡ni siquiera en su presente! Ya ni hablar de su porvenir.

Lo que todos necesitamos, desde la infancia, es trabajar. Aprender que el trabajo no sólo es El medio apropiado y justo para llegar a donde se anhela, para obtener lo que se quiere y para ser quien se desea sino que además es estimulante. Por supuesto, la mejor forma de aprender a hacer algo es... ¡haciéndolo!